Arcade Fire - Everything Now (2017)

Arcade Fire - Everything Now
“Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia” decía el replicante Roy Batty (Rutger Hauer) en su monólogo clave de ‘Blade Runner’. Como un robot es como Arcade Fire ve a cualquier miembro aleatorio de nuestra sociedad… pero un robot que guarda retazos de humanidad (como Roy). Ya desde el single de presentación nos hablaban en cierto modo de esas lágrimas en la lluvia, de la necesidad consumista de tenerlo todo ya, cuando quieras y donde quieras, gastarlo, quemarlo, y a otra cosa. De ser máquinas que tienen que exprimirse para dar al sistema lo mejor de sí mismas continuamente. De esto, y de sus consecuencias, nos quieren alertar en el resto del minutaje de un disco para el que han contado nada más y nada menos que con Thomas Bongalter de Daft Punk, Geoff Barrow de Portishead y el bajista de Pulp Steve Mackey, sin olvidarse de un viejo conocido para ellos como es Markus Dravs. Con una temática así, podría esperarse un tono oscuro-lánguido, un ritmo lento, pero los canadienses han decidido seguir adelante en el abrazo que dieron ya en ‘Reflektor‘ a los teclados y sintetizadores, como hemos podido ver en los adelantos. Esto dota al álbum de fuerza en algunos momentos, pero en otros contribuye a que sus intenciones conceptuales se diluyan, lo cual es curioso por una razón: desde luego no se puede decir que no estemos ante un disco conceptual, lo es al 100%. El problema es que a ratos está demasiado atrapado en su propio concepto y falla a la hora de transmitir emociones con él. Pero, como los replicantes, ‘Everything Now’ tiene en su interior una lucha entre los retazos de humanidad y la máquina. Y acaban ganando los primeros.

Uno de esos retazos está en ‘Put Your Money On Me’. Para un grupo que ha confiado tanto en el poder del amor (no en sentido pasteloso sino en todas sus extensiones), resulta casi desolador escucharles una canción de amor… hacia el dinero. Aquí nos acordamos de nuevo de ABBA, no tanto por el sonido -en ese sentido nos acordamos más de Tame Impala o incluso de ‘Eye on the Sky’-, sino por su título. El título tan parecido a ‘Lay All Your Love On Me’ (para más inri, luego se encargan de repetir “all your money on me” diez veces) no parece casualidad: la identificación “amor = dinero” se hace palpable mientras Win canta sobre una carrera hacia tu corazón que empezó antes de que tú nacieras. Tu corazón es solo un target al que llegar, un target al que el consumismo conquistará hasta ese éxtasis alienante representado con “go tuck me into bed / and wake me when I’m dead / I know that you gotta be free / But I’m never gonna let it go”. La enérgica ‘Creature Comfort’ sigue en esa línea oscura-que-melódicamente-no-lo-parece y habla del suicidio (con más fortuna que la rollingstonesca ‘Good God Damn’), de la necesidad de fama, de destacar, de competir, etc, y de la frustración y el auto-odio cuando eso no sale bien. Y de que, aún cuando sale bien, nada parece ser suficiente, nada parece ser la respuesta a “¿qué quiero?” en un mundo cuyo marketing dice precisamente que es tuyo para darte lo-que-quieras. Que solo tienes que cogerlo. ¿O quizás no?

En ningún momento del disco se menciona la palabra “capitalismo” y, sin embargo, sobrevuela continuamente este nuevo trabajo, a veces de forma tan obvia como en la caja registradora de ‘Infinite Content’/’Infinite_Content’. Esta entrega doble supone el mayor “jump the shark” del álbum: ¿cantar el juego de palabras “infinite content, infinite content, we’re infinitely content” durante casi cuatro minutos en dos estilos distintos está más cerca de una genialidad o de la vergüenza ajena? Yo lo veo más cercano a lo primero, pero no puede decirse que sea un movimiento exento de riesgo, sino más bien uno de arenas movedizas. Como lo es ofrecer un disco de 13 temas que en realidad son 10 (si quitamos los dos reprises del single y unimos el mencionado corte doble), 10 de las que ya conocíamos 4. O como también lo son los momentos del álbum en que el estilo y el concepto se comen a una letra e interpretación vocal que podrían ser bastante mejores. Así, Win parece con el piloto automático en ‘Peter Pan’, en la a ratos sugerente / a ratos creepy ‘Chemistry’ o incluso en ‘Signs of Life’, donde las melodías acaban resultando repetitivas. Son temas menores dentro de lo que los canadienses saben hacer, pero no anulan lo que hemos descrito antes, ni lo que describimos a continuación sobre dos de los highlights del disco.

Y es que, cuando lo hacen como saben, nos ganan de nuevo, pero a lo grande, y eso ocurre en ‘Electric Blue’ y, sobre todo, en ‘We Don’t Deserve Love’, ambas interpretadas con esa emoción de la que hablábamos al principio. La primera no es ‘Sprawls II’, pero igualmente Régine Chassagne brilla en una canción que parece dedicada a un amante que ya no está… hasta que atendemos a guiños como el “I thought I found it” (“I thought I found the connector”) o el propio título (“blue, blue, electric blue / that’s the colour of my room” cantaba Bowie en ‘Sound and Vision’). Quizás ese chico que ya no está, y del que Chassagne lamenta “I don’t know how to sing your blues” sea cierto extraterrestre. En cualquier caso, una buena composición donde voz y sintetizadores encajan a la perfección, terminando en un bucle que casi deseamos que nos arrastre. Pero sin duda la gran joya del disco es una ‘We Don’t Deserve Love’ que puede medirse de tú a tú con los temas de ‘The Suburbs’ o ‘Funeral’. Arcade Fire se toman su tiempo en esta canción, que vamos degustando poco a poco, de modo que, cuando alcanza el clímax, lo disfrutamos el doble -justo lo que nos recomendaban en el corte titular. Así, durante más de seis minutos, Win y compañía nos cuentan una historia de amor entre dos de estos seres deshumanizados, sobre los que parece planear eso de “aceptamos el amor que creemos merecer”. Asoma tímidamente un mensaje optimista: entre canciones malas en la radio y risas enlatadas en la tele, en un mundo donde no se observa nada real a varios kilómetros, ellos encuentran un halo de luz: aunque les cueste creer que es de verdad, entre ellos parece que el mundo es un poco menos oscuro y un poco más real. No se trata de escapar a un paraíso idílico, se trata de vivir su amor aunque sea entre escombros: “if you can’t see the forest for the trees / just burn it all down / and bring the ashes to me”.

Un aspecto más del “todo ahora” (con el título así en castellano se está vendiendo el vinilo, al menos en España) es la rapidez con la que se tiene que escuchar, interpretar y valorar un disco, como criticaban los canadienses en su dardo a Stereogum -algunos dicen que como ataque preventivo ante malas críticas-.Y sin embargo, ‘Everything Now’ es un buen disco al que dar vueltas antes de soltar “buf, esto es lo peor que han hecho, están acabados” (nos encanta idealizar bandas para luego derribarlas a la mínima). En una discografía tan interesante como la suya, el considerado más flojo puede permitirse el lujo de no ser malo, ni siquiera regular. ‘Everything Now’ es un buen disco, con un concepto muy ambicioso y grandes ideas que, sí, en ocasiones se quedan lejos de lo que la banda puede llegar a dar pero que, cuando funcionan, dan temas para quitarse el sombrero. Por otro lado, el cuestionamiento del status-quo no es algo nuevo en el grupo; es, como dije, uno de sus leit-motivs, aquí planteado dentro de una huida hacia adelante, una actitud algo más altiva y aliñado con una mezcla de disco, new-wave y electropop. ¿Cómo han llegado aquí? Entre ‘Reflektor’ y éste, además de trabajos en solitario –Will Butler, Jeremy Gara, Richard Reed Parry-, sus integrantes se han preocupado por causas sociales, han sufrido la pérdida de su gran padrino/ídolo, han vivido con inquietud y rebeldía los cambios políticos… es comprensible que estén ahora en un lugar distinto. En definitiva, aunque no esté al (altísimo) nivel de las anteriores, ésta es una huella más dentro de la evolución de una de las bandas más interesantes de la actualidad. Una huella recomendable y bastante valiente, dicho sea de paso, que les saca más aún de su zona de confort… podrá gustar más o menos, pero les aleja de acabar siendo unos autómatas más.

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