Junip - Fields (2010)

Junip - FieldsJosé González debe de ser una de esas rara avis del negocio de la música a las que no les importa en exceso su ego. Digo esto porque, tras la escucha de Fields, el primer elepé de la banda sueca Junip, uno se queda con la sensación de haber terminado de escuchar otro magnífico trabajo del peculiar cantautor de ascendencia argentina, y no acaba de comprender porque cambia la rúbrica de su autoría.

Aunque no haya que restar méritos al batería Elias Anaya ni al teclista Tobias Winterkorn, muy correctos en sus funciones, Fields sigue sonando a José González, a esa extraña pero efectiva fusión de Joy Division y Sílvio Rodríguez. Desde el principio del álbum, el sonido de las cuerdas de nylon de la guitarra de González y su voz entre lejana y melancólica nos introducen de lleno en el maravilloso mundo de la música de Veneer (2003) o In Our Nature (2007).

Tampoco nos sorprende que el sueco siga en su línea, os lo anunciábamos pocos meses atrás, tras la publicación del EP Rope And Summit, que hacía las veces de aperitivo de este Fields que ahora tenemos entre las manos. Ni nos sorprende ni nos desagrada, ciertamente.

A nivel musical y de producción, Fields está cortado también por el mismo patrón de los anteriores trabajos de José González: Gran protagonismo del nylon, cientos y cientos de compases con la mínima variación rítmica o de tonalidad y, en esta ocasión, aumenta ligeramente el protagonismo de la percusión y de los pasajes de teclado. Tampoco se ha corregido uno de los problemas que siempre he visto al trabajo de José González, que es esa poca nitidez del sonido, esa saturación en las pistas que, personalmente, creo que no hacen más que lastrar la calidad de las realmente impresionantes composiciones de este genuino artista.

Sea como sea, Junip ha logrado poner en circulación un álbum sólido y digno, de mucho valor artístico, y temas como “Rope And Summit” o “Howl” resultan de muy gratificante escucha. Aunque si hay un tema que se eleve por encima de los demás ese es sin duda el sensacional “Don’t Let It Pass”. Otras, como “Off Point”, reinciden tanto en sonido de otros trabajos que resultan algo reiterativos. El disco nos sumerge en ese estado entre onírico e ingrávido al que nos tiene acostumbrado José González, por lo tanto, nos encontramos ante otro álbum crepuscular, que no apetece escuchar a la luz del día.

Especialmente adecuado para atardeceres de otoño o altas horas de la madrugada. No esperéis novedades, porque apenas las hay. Pero disfrutadlo, vale la pena.

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